
Las reservas de agua en los embalses andaluces han superado esta semana el 61% de su capacidad total, situándose muy por encima de la media registrada en la última década. Según los últimos datos facilitados por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y otras autoridades competentes, el volumen de agua embalsada en Andalucía alcanza los 7.050 hectómetros cúbicos, una cifra que no se lograba desde hace más de diez años.
Este aumento significativo en los niveles de agua se debe principalmente a las abundantes lluvias registradas en los últimos meses, especialmente durante el invierno y principios de la primavera. Las cuencas más beneficiadas han sido las del Guadalquivir, Guadiana y la Mediterránea Andaluza, con incrementos notables que alivian la situación de sequía que ha afectado a muchas comarcas andaluzas en los últimos años.

La recuperación de los pantanos es una excelente noticia para el sector agrícola, especialmente para los cultivos de regadío que dependen del suministro hídrico estable. También supone un respiro para el abastecimiento urbano y la producción hidroeléctrica. En algunas zonas, los embalses incluso han alcanzado cifras cercanas al 80% de su capacidad, como es el caso del embalse de Iznájar, el mayor de Andalucía.
Además del impacto directo en la disponibilidad de agua, esta mejora también contribuye a la recuperación de los ecosistemas acuáticos y al mantenimiento de las zonas húmedas protegidas, muchas de ellas esenciales para la biodiversidad andaluza.
No obstante, desde las autoridades se hace un llamamiento a mantener un uso responsable del agua. A pesar de la mejora, se recuerda que Andalucía es una comunidad con clima mediterráneo semiárido, y que las reservas pueden disminuir rápidamente si las precipitaciones no se mantienen.
Con estas cifras, Andalucía deja atrás una etapa crítica de escasez y afronta el verano con una situación mucho más favorable que en años anteriores. Este avance no solo supone un alivio para agricultores y ganaderos, sino también para la planificación de políticas hídricas a medio plazo, que podrán orientarse a la sostenibilidad y al refuerzo de infraestructuras.