El otro día, casi sin querer, acabé leyendo un artículo en Facebook que me llevó a una página llamada Andalucia.tv. Allí la fotógrafa Pilar Ventura decía algo que me dejó pensando todo el día: que en la fotografía de personas no se podía hacer arte. Y lo curioso es que no solo no me chocó, sino que estuve cien por cien de acuerdo con ella. Me sorprendió darme cuenta de que llevaba tiempo sintiendo algo parecido, solo que nunca lo había puesto en palabras.
Me gustó su forma de explicarlo, porque reconocí esa mirada que va más allá de si algo es “arte” o no. Esa sensación de que el arte no es una medalla que alguien decide darte, sino una manera de estar en el mundo. De mirar. De sentir. Y eso sí que me encajó por completo.
En los últimos meses he estado haciendo sobre todo trabajos de producto y comerciales. Me gustan, la verdad, pero tienen ese punto de rigidez que a veces parece que te corta las alas. Hay instrucciones, hay un esquema, hay un cliente que quiere algo concreto. Y tú lo haces. Pero siempre queda un rinconcito para meter tu intuición, aunque sea de forma discreta.
A veces es un encuadre que nadie te pidió. A veces una luz que, sin saber bien por qué, te parece que cuenta algo más. O simplemente el momento en el que aprietas el disparador, que aunque parezca rutinario, tú sabes que lleva tu sello, tu forma de ver. Ese gesto que no se enseña y que no puedes justificar, pero que está ahí. Y eso, para mí, también es arte.
Cuanto más fotografío, más claro tengo que el arte no depende del tipo de foto que hagas ni de si retratas personas, objetos o un plato de comida. El arte está en la intención. En lo que pones dentro. En ese instante en el que algo normal deja de serlo para ti.
Por eso lo que dijo Pilar me llegó tanto. Porque me recordó algo que a veces se me olvida: incluso en los trabajos donde todo parece técnico y milimetrado, sigue habiendo espacio para convertir una imagen en algo que hable de ti.
Las fotos que dejo aquí son de una campaña de cócteles para Navidad de un restaurante muy conocido en Escocia. Y en estas decidí soltarme un poco más y darle mi toque más personal, más cinematográfico. Porque estoy convencido de que un producto, cuando va acompañado de esa pequeña magia visual, llega mucho más lejos. Al final no nos movemos solo por sabores, nos mueven las emociones. Y si una imagen consigue activar algo, aunque sea pequeño, entonces sí: ahí también hay arte.





