Córdoba celebra esta semana el congreso ‘Las murallas de las ciudades históricas. Elemento defensivo, patrimonial y turístico. El caso de Córdoba’, en el Centro de Visitantes junto a la Puerta del Puente. La cita reúne a arqueólogos e historiadores para poner en valor el legado de las murallas cordobesas y diseñar un Plan Director para su conservación.
El congreso divide la historia de las murallas en cinco etapas: prerromana, romana, califa, medieval y moderna. En la Córdoba prerromana, se cree que la ciudad ya estaba amurallada en torno a lo que hoy es el Parque Cruz Conde, el Hospital Reina Sofía y la Avenida Menéndez Pidal, con un perímetro aproximado de 2.894 metros, aunque solo se conservan fragmentos.
Durante la época romana, bajo Claudio Marcelo, la ciudad fue fortificada con muros de hasta 9 metros de ancho y un perímetro de 2,5 kilómetros. Cuatro puertas principales marcaban los accesos, y el trazado original aún se reconoce en calles como Paseo de la Victoria o Ronda de los Tejares. Las murallas sufrieron modificaciones en la etapa imperial, especialmente para integrar templos y expandir la ciudad.
En la Córdoba islámica, el recinto romano se mantuvo y amplió, formando la Medina. Abderramán I y II reforzaron la protección de la ciudad, construyendo estructuras como el Al-Rasif frente al Guadalquivir. Durante los periodos almohade y almorávide, se ampliaron los muros hacia la zona de la Axerquía, incluyendo nuevas puertas y torres defensivas, muchas de ellas conservadas hoy parcialmente.
A lo largo de los siglos, el mantenimiento y los conflictos históricos deterioraron parte del recinto, aunque algunas estructuras, como la Puerta de Sevilla o la Torre de la Malmuerta, aún permanecen. Los expertos confían en que futuras investigaciones y proyectos urbanos permitan recuperar y documentar los restos de la primera muralla y mejorar la conservación del patrimonio cordobés.

