Gibraltar se enfrenta a crecientes críticas por su impacto ambiental en el Estrecho, siendo considerado por muchos un “agujero negro ambiental” para el Mediterráneo. En los últimos 20 años, se han registrado al menos 13 accidentes relacionados con maniobras ilegales de buques que han provocado vertidos al mar, según denuncias ante la Comisión Europea.
El tráfico marítimo en la zona es una fuente significativa de contaminación atmosférica. Estudios indican que las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOₓ), óxidos de azufre (SOₓ) y material particulado (PM) provenientes de los buques afectan la calidad del aire en ciudades cercanas, como Algeciras y Tarifa. Además, el Puerto de Algeciras figura entre los diez más contaminantes de Europa por emisiones de carbono.
La presencia de la alga invasora Rugulopteryx okamurae también ha generado preocupación. Desde mayo de 2025, se han retirado más de 1.200 toneladas de esta especie en la playa de La Caleta en Cádiz. Su rápida expansión, posiblemente facilitada por el agua de lastre de los buques, está afectando la biodiversidad local, el turismo y la pesca.
Organizaciones ecologistas han solicitado a la Comisión Europea que investigue las prácticas de Gibraltar, señalando un vacío legal en los acuerdos del Brexit que permite actividades perjudiciales para el medio ambiente. Mientras tanto, las autoridades gibraltareñas han informado sobre la disminución de ciertos contaminantes, como el benceno y las partículas finas (PM2.5), aunque persisten preocupaciones sobre la efectividad de las medidas implementadas.
En resumen, Gibraltar enfrenta desafíos ambientales significativos que afectan tanto a su territorio como a las regiones circundantes. La falta de regulación efectiva y la actividad industrial y marítima en la zona continúan siendo fuentes de contaminación que requieren atención urgente.

