El reciente caso de una menor fallecida en Sevilla tras sufrir presuntamente acoso escolar ha vuelto a poner sobre la mesa la urgencia de reforzar las políticas de prevención y detección en las aulas andaluzas. Profesionales de la psicología y la educación advierten de que el bullying continúa siendo una de las principales causas de malestar emocional entre los adolescentes y puede dejar secuelas duraderas si no se interviene a tiempo.
El psicólogo malagueño Miguel Vadillo, director del centro Alegra Psicólogos, explica que el acoso escolar “no son cosas de niños”, sino una forma de violencia sostenida en el tiempo que destruye la autoestima y genera ansiedad, depresión y aislamiento. Según el especialista, “los daños psicológicos pueden prolongarse hasta la edad adulta si la víctima no recibe apoyo profesional ni comprensión por parte del entorno”.
Vadillo insiste en que la solución pasa por detectar los primeros signos: cambios bruscos en el estado de ánimo, bajo rendimiento, rechazo a acudir al colegio o alteraciones en el sueño y la alimentación. “Los docentes deben contar con formación específica para reconocer estas señales y activar los protocolos sin demora”, recalca.
Por su parte, la pedagoga Ana Muñoz, experta en convivencia escolar, subraya que el problema “no radica en la falta de normativa, sino en su aplicación efectiva”. Asegura que “el protocolo contra el acoso no puede quedarse en un documento guardado en un cajón”, y reclama más recursos humanos y coordinación entre profesorado, familias y orientadores.
Las asociaciones de padres también han pedido a la Consejería de Desarrollo Educativo una revisión de los protocolos de actuación y más psicólogos en los centros públicos. Desde la administración autonómica se recuerda que Andalucía fue una de las primeras comunidades en establecer un sistema de respuesta ante el acoso, aunque reconocen que “es necesario actualizarlo y reforzar los equipos de orientación”.
El acoso escolar afecta, según el último informe de la Fundación ANAR, a uno de cada seis estudiantes en España. Los expertos coinciden en que abordar el problema exige una estrategia integral que combine educación emocional, intervención temprana y acompañamiento psicológico a víctimas y agresores, con la implicación de toda la comunidad educativa.

